Ella es ingeniera topógrafa, con 32 años de edad, que hoy vive en la hermosa y balnearia ciudad de Mar de Plata, en Argentina. Violeta Muñoz Galindo es hija de Ernesto Muñoz Aguilar y Edelmira Galindo Velasco, maestro e investigadora jubilados, respectivamente.

Colimenses por el mundo: Violeta del Pacífico al Atlántico

SEGÚN estudios publicados, algunas características de personalidad de quienes llevan el nombre de Violeta, hacen referencia a que son, por lo general, mujeres organizadas y metódicas que gustan de hacer las cosas bien, lo que en el campo laboral les permite ser apreciadas por sus superiores, definición que encaja perfecto con mi entrevistada.

Ella es ingeniera topógrafa, con 32 años de edad, que hoy vive en la hermosa y balnearia ciudad de Mar de Plata, en Argentina. Violeta Muñoz Galindo es hija de Ernesto Muñoz Aguilar y Edelmira Galindo Velasco, maestro e investigadora jubilados, respectivamente.

Violeta cursó preescolar en el jardín de niños Benito Juárez, la primaria en la escuela Rafael Briceño, la secundaria en la Enrique Corona Morfín, la preparatoria en el Bachillerato 4, con especialidad en Dibujo, y finalmente en la Facultad de Ingeniería Civil, de la Universidad de Colima, graduándose como Ingeniera Topógrafa.

Realizó también un intercambio en la Schulich School of Engineering, de la Universidad de Calgary, Canadá. Se graduó en 2012 y de inmediato comenzó a trabajar en Manzanillo en la terminal de contenedores Contecon, para una empresa china llamada Chec, que a la postre sería la compañía que la invitaría a participar en el proyecto “Tiangong” o “Palacio Celestial”, un proyecto que en su momento generó mucha controversia debido a que el gobierno argentino cedió aproximadamente unas 200 hectáreas de su suelo al gobierno de China para que ahí se construyera una base espacial, en la que se colocó una poderosa antena de 35 metros para realizar investigaciones al “espacio profundo”, es decir, a objetos y sitios que se encuentran alejados de la Tierra, dentro o fuera del sistema solar.

Esta base espacial, construida por la Administración Espacial Nacional China, con el objetivo de hacer monitoreo lunar, está ubicada a 40 minutos en automóvil de la comunidad más cercana llamada Las Lajas, justo en la Patagonia, hasta donde Violeta llegó.

Sobre esa etapa de su vida recuerda que a su llegada a Argentina, los primeros 8 meses vivió en Buenos Aires, y que le encantó, pues vivía y trabajaba en una zona cerca del Obelisco, una zona bonita y bastante confortable, sin embargo, una vez que inició la etapa de construcción de la base, tuvo que trasladarse a Las Lajas, lo que representó un cambio muy fuerte, ya que en este lugar no había señal para celular, mucho menos internet.

Ahí se quedó por 2 años y medio, con un periodo de adaptación de 6 meses que, dice, fueron muy complicados. Lo rescatable el trato amable que les dieron los lugareños, entre los que causó mucho asombro la llegada de extranjeros, particularmente de los chinos, que eran señalados en la calle por los niños, pues al ser un lugar tan lejano y apartado de todo, no habían tenido nunca la posibilidad de conocerlos. Allí su jornada transcurría de lunes a sábado, con un régimen laboral de 5 meses de trabajo, por 15 días de descanso, los cuales aprovechaba para regresar a México.
Luego de 5 años en este proyecto, sus objetivos laborales habían cambiado. Buscó otros proyectos y al final ingresó a la empresa Westland Group, una compañía que realiza proyectos de ingeniería para el sector energético, en la que aunque inició como dibujante, ahora es la encargada de coordinar cuatro contratos con la compañía local de electricidad del sur de California.

Desde que empezó la pandemia, como muchas personas, Violeta trabaja a distancia y está encantada con el home office, pues le ha permitido tener balance en su vida que ahora comparte con su esposo Diego y su hijo Dante, en Mar del Plata, una comunidad ubicada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, en donde decidieron fijar su residencia y en la que dice, percibe una vibra similar a nuestra ciudad al ser también pequeña, aunque con sus marcadas diferencias. Como el hecho de que Colima es tropical y en Mar de Plata hace frío la mayor parte del año, o que en Colima disfrutamos de la cercanía de un volcán y allá vive a 5 minutos del Océano Atlántico.

Violeta tiene cuatro hermanos: Jazmín, Belén, Alejandra e Iván, a los cuales extraña, sin embargo, los puede ver por lo menos una vez al año, pues ha aprendido adaptarse a las circunstancias y sacar provecho de ellas, como trabajar a distancia, lo que le permite quedarse en casa cuando visita nuestra tierra, incluso por largas temporadas; además de que ella como Diego, su esposo, tienen casa en sus países de origen; siempre cuentan con la posibilidad de pasar tiempo con sus familias.

A Violeta le encanta hacer ciclismo, escuchar música y podcasts, porque lo puede hacer mientras trabaja.
Ya egresada e inmersa en el campo laboral, no tiene duda que el ambiente y ejemplo académico que vivió en casa fue lo que le dio impulso en sus decisiones académicas; hoy más que nunca valora el esfuerzo de sus papás por su invaluable apoyo y su guía siempre generosa en sus años estudiantiles.

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